Menos "gente de bien" y más buena gente "con gafas"

Menos gente de bien y más buena gente “con gafas”

Buenas noches, mundo!

La última tarea oficial y oficiosa del curso Fundamentos sobre la igualdad de trato y la no discriminación consiste en hacer una reflexión propia sobre el tema.

Cuando miro a mi alrededor, en el entorno inmediato laboral, en mi oficina, no hay discriminación porque no hay con quien. Que se sepa, no hay nadie de ninguno de los colectivos que hemos estudiado. Somos todos mujeres y hombres entre los 30 y los 60, blancos, y supuestamente heterosexuales y "normalizados", si es que esa expresión fuera correcta.

Es decir, no hay personas inmigrantes, ni personas ancianas o más mayores, ni personas del colectivo LGTBIQ+, ni personas con discapacidad, aunque la mayoría llevamos gafas, ni personas con rentas mínimas, ni tampoco personas de otras razas o etnias.

Esto creo que podría extenderlo a la organización en su conjunto, unas 70 personas, aunque he de decir que no conozco en profundidad a todos. 

Pero sí hay una cuestión que no es tan visible hasta que miras con detenimiento: todos los puestos de trabajo puramente administrativo (aquellos de menor salario y menor responsabilidad) están ocupados por mujeres. Y los dos operarios de la organización son hombres.

En el resto de los puestos de mayor o menor nivel hay mujeres y hombres. Lo que sí se cumple es que casi puedes adivinar antes de saberlo, por la temática del puesto, si va a ser una mujer o un hombre, siguiendo los conceptos antiguos. No hay sorpresas.

Hablo del personal del organismo, porque en los centros de formación que gestionamos sí tenemos algunos de esos colectivos, sobre todo personas inmigrantes y personas con rentas mínimas.

En mi caso, el contacto con esos colectivos es la puerta abierta al público.

Si en vez de mirar en el entorno laboral, miro en el entorno personal, ahí sí encuentro gente de todos los colectivos estudiados y eso me hace bastante sensible al tema de la discriminación, y bastante consciente de las barreras, al menos físicas, que todavía abundan, aunque afortunadamente cada día son menos.  Y consciente también de tratos discriminatorios, creía que los veía todos, pero he aprendido que no.

Mi reflexión va a ser a modo de juego.

En el transcurso de lo estudiado, aprendido y a veces descubierto, estas semanas, muchas veces me he preguntado cómo podemos concienciarnos más rápidamente, si en la vida diaria -en mi caso la laboral de 7 h- no tenemos al lado esos colectivos. Cómo conseguir ser más conscientes de la diversidad, y de que todos tenemos derecho a disfrutar o poder hacer todo aquello que deseemos.

Y se me ocurrió hacer un ejercicio: durante unos días, moverme por la vida mirando a toda persona como si fuera mi compañer@ de trabajo.

Por la calle, en la cola del supermercado, en el transporte público, en las oficinas, en las tiendas a las que he entrado… en las paradas, esperando.

Imaginar, todo el rato, que esta persona que está aquí al lado es mi compañer@ de trabajo.

Y entonces sí te saltan los resortes, esos resortes que tenemos dentro tan interiorizados que no somos conscientes de ellos ni siquiera cuando los buscamos.

Porque esas gafas de mirar a toda persona como tu compañer@ de trabajo te hace encontrarte a ti mismo, de repente, preguntándote cosas como las siguientes: "Mmm.. y... ¿sabrá informática? ¿sabrá de leyes? ¿tendrá la formación necesaria? ¿podrá hacer lo que yo hago? ¿será amable, encantador, escandaloso...? ¿será divertido o huraño? ¿estará bien educado? ¿será cortés?..."

Y creo que ahí está la discriminación inconsciente: todas esas preguntas, salvo quizás "¿será divertido o huraño?" son preguntas que en un mundo perfecto sin discriminación no deberían existir.

Hasta donde yo lo entiendo, toda persona debe tener la posibilidad de acceder a lo que desee y de hacer lo que desee en igualdad de oportunidades, sin que su situación y su condición, sean las que sean, puedan ser esgrimidos como obstáculos o argumentos para no hacerlo.

 

El curso del INAP ha sido tremendamente enriquecedor en datos y en consciencia, y sobre todo en colocarme esas “gafas” para detectar la discriminación, ser sensible a ella y fomentar la igualdad de trato a mi alrededor en todo momento.

Porque cada uno, como mínimo y para empezar, podemos actuar en nuestro entorno inmediato.

A corto y medio plazo me gustaría que se establecieran este tipo de cursos como reciclaje obligatorio para todos los servidores públicos. La ciudadanía necesita que llevemos esas gafas continuamente, en el trato diario con ellos y también cuando, encerrados en los despachos, trabajamos para ellos.

Ha sido una bellísima experiencia. Gracias por lo aprendido a todo el equipo del INAP y los compañeros de viaje.

El blog seguirá, de momento con el siguiente curso, esta vez de los ODS 2030.

Y confío en que también seguirá cuando ya no haya cursos ;-)

Gracias por leerme.

Anna

 

 

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